APP,
los docentes pueden adoptar prácticas concretas para empoderar a jóvenes vulnerables mediante las TIC:
Proyectos colaborativos y gamificación. Fomentar proyectos grupales donde los alumnos creen algo juntos: un canal de vídeo educativo, un programa de radio escolar, una app simple que responda a sus necesidades. La dinámica colaborativa y el reto compartido refuerzan la motivación y las habilidades sociales. Introducir elementos lúdicos (puntuaciones, juegos de rol, competencias amistosas de programación básica) puede hacer las tareas más atractivas. Estas estrategias aprovechan el interés innato de los jóvenes por lo digital (los estudios reportan que son capaces y creativos con tecnología cuando se les involucra) y canalizan esa energía hacia el aprendizaje.
Contextualizar los contenidos. Vincular las actividades digitales con los intereses y la cultura de los alumnos. Por ejemplo, asignarles proyectos en los que usen el móvil o el ordenador para buscar información sobre sus aficiones (deportes, música, videojuegos) y luego lo compartan en clase. El experimento citado muestra que esto provoca gran motivación: al integrar sus temas favoritos en la tarea, «algo atractivo ha caído en sus manos». La tecnología permite así un aprendizaje significativo y relevante.
Aprovechar las herramientas digitales como recurso inclusivo. Crear o utilizar apps, vídeos interactivos y plataformas sencillas. Estudios de campo indican que las TIC facilitan el acceso a la educación de capas sociales bajas «de forma democrática». Por ejemplo, usar aplicaciones móviles educativas (como libros digitales o juegos didácticos) que se puedan actualizar continuamente sirve como “libro vivo” adaptado a las necesidades del grupo. Estas herramientas deben diseñarse con vocabulario claro, multimedia y actividades prácticas, de modo que jóvenes con poca experiencia técnica puedan participar activamente.

Priorizar a los más vulnerables. Seguir la recomendación internacional de enfocar las iniciativas tecnológicas en los colectivos con mayor desventaja. En la práctica esto implica garantizar equipamiento y conectividad para los alumnos con menos recursos (computadores en el aula, tablets en préstamo o polos TIC en el centro). Al mismo tiempo, ofrecer espacios formativos en entornos familiares o comunitarios conocidos (centros cívicos, ferias locales) aumenta la confianza y la accesibilidad. La literatura muestra que reforzar infraestructuras y dar soporte técnico básico reduce las diferencias observadas entre jóvenes pobres y no pobres.
Promover la alfabetización digital. Incluir explícitamente en el currículo talleres de competencias digitales (buscar y evaluar información en Internet, seguridad en línea, uso de software básico, creación de contenido multimedia). UNESCO enfatiza la importancia de desarrollar estas habilidades en docentes y alumnos. Los educadores pueden guiar a los jóvenes en tareas concretas: hacer un blog de aula, editar vídeos con el móvil, realizar presentaciones digitales, o simular entrevistas en vídeo. Estas actividades prácticas les permiten “aprender haciendo” y refuerzan su autonomía. Además, la retroalimentación positiva al superar desafíos técnicos (solucionar un problema en el ordenador, editar una grabación) aumenta su autoestima.