Tecnología para la Inclusión

En las últimas décadas la tecnología digital ha demostrado ser un motor transformador en educación. UNESCO señala que la innovación digital puede acelerar el cumplimiento de la Educación de Calidad (ODS 4) y reforzar la inclusión educativa.

Esto demuestra que las herramientas TIC ya no son un lujo, sino una necesidad social para garantizar la educación como derecho básico. Como advierte UNICEF, “la educación es clave para salvar la brecha digital” y avanzar en el derecho a la información.

Esta brecha digital afecta especialmente a los jóvenes en riesgo de exclusión. Un estudio de EAPN en España concluye que la brecha entre jóvenes en situación de pobreza existe, es amplia y se aprecia en todos los indicadores: equipamiento tecnológico, acceso a Internet, uso de herramientas y competencias digitales. En la práctica, los adolescentes con menos recursos suelen carecer de dispositivos propios o conexión fiable, lo que limita su capacidad de aprender y comunicarse. Por eso organismos internacionales (UNESCO, CITEL, OECD…) insisten en enfocar recursos en los colectivos vulnerables. La UNESCO promueve expresamente la inclusión digital “centrada en los grupos más marginados” (ingresos bajos, minorías, etc.), impulsando al mismo tiempo la alfabetización tecnológica de docentes y alumnos.

La buena noticia es que la tecnología puede motivar y vincular el aprendizaje con la realidad de estos jóvenes. En proyectos educativos con adolescentes en riesgo se observa que “las nuevas tecnologías son un recurso atractivo para desarrollar acciones educativas con personas con un bagaje cultural bajo, para que puedan acceder a la educación y la cultura”.

En la práctica, esto se traduce en motivación real: al utilizar el computador para investigar sobre sus temas favoritos, “vemos en sus caras interés, algo atractivo ha caído en sus manos”. Los estudiantes descubren que pueden aplicar sus habilidades cotidianas (jugar, chatear, navegar) a tareas de aprendizaje, lo que despierta curiosidad y compromiso.